Leonard se enfrenta a uno de los mejores y más prolíficos litigantes del país en un caso que lo lleva a lidiar con sus sentimientos personales relacionados con la raza y el privilegio en Estados Unidos. De vuelta en la oficina del defensor público, Jay asume su primer caso de drogas, pero las cosas se calientan cuando tiene que trabajar con un abogado poco convencional. En otro lugar, Sandra trata de demostrar que no es una adicta al trabajo y se une a Ted sobre el boxeo para dejar salir un poco de vapor muy necesario.