Homer entiende que a Ned Flanders le va todo tan bien por su hábito a rezar, por lo que decide probarlo a menudo. Los buenos resultados de sus rezos acaban con Homer convertido en el nuevo dueño de la Primera Iglesia De Springfield. Tras convertirla en la nueva casa de los Simpson, Homer celebra allí una larguísima fiesta de inauguración ante la indignación de los creyentes.