Bart se hace adicto a la comida basura que proporcionan unas nuevas máquinas dispensadoras instaladas en el colegio. Bart acaba sufriendo un infarto y, a pesar de lo grave de la situación, ni siquiera se esfuerza en cambiar sus malas costumbres alimenticias, por lo que sus padres deciden apuntarle a un campamento de adelgazamiento.