Esta vez Earl se compromete a devolver a Pop el puesto de perritos calientes que le robó previo soborno del encargado del puesto de una empresa de perritos muy poderosa. Sus esfuerzos por hacer que Pop recupere su negocio y su clientela resultarán en vano cuando Ralph queme el puesto, también bajo soborno. Pero Earl no se rinde, y consigue reunir a la antigua banda para dar un golpe en las oficinas centrales de la multinacional, al más puro estilo Robin Hood.